Los Ángeles.- Cuando a Humberto Gálvez se le ocurrió que El Pollo Loco “brincara de gallinero” de México a Estados Unidos en 1980 lo tacharon de loco, 40 años después es una de las franquicias más exitosas y sólidas.
Aunque en Estados Unidos El Pollo Loco ya no pertenece a los dueños originales y ha sido vendida en varias ocasiones, y Gálvez no figura en ninguna parte de la marca, al empresario le queda la satisfacción de haber tenido la visión de internacionalizar y franquiciar la marca mexicana en la Unión Americana.
Sentado en su oficina, el presidente y CEO de Pescado Mojado Operations, Inc. contó con paciencia lo que en los 80’s se hizo, se deshizo y se rehizo en cuestiones de negocios y relaciones de amistad.
El Pollo Loco surgió en 1975 y es el concepto de Francisco Ochoa, amigo de la infancia de Gálvez, originario de Guasave, Sinaloa.
“De todos es sabido que “Pancho” es el fundador y creador de El Pollo Loco. Hermano, no de sangre, sino de amigo desde niños. Mi amigo Pancho venía a Estados Unidos y me invitaba a regresar a México a poner un establecimiento, pero no me animaba.
“Me tocó ver cómo nació El Pollo Loco en Guasave. En ese entonces yo tenía un fábrica de ropa aquí en Estados Unidos, me iba bien”, agregó. “Pero Pancho me insistía, hasta que un Día de las Madres, que fui a ver a mi mamá a Guasave, me puse de acuerdo con Pancho y fuimos a ver los establecimientos que ya tenía con su hermano en Guadalajara y Tampico, lo que vi, ya era un ‘monstruo’ de negocio”.
Gálvez, quien llegó a Estados Unidos en 1965 y empezó a trabajar despachando gasolina, lavando vidrios, mesereando, limpiando tiendas, brindando servicio al cliente, entre otros puestos, hasta llegar a la gerencia de tiendas de prestigio, dice que su amigo Pancho insistió en invitarlo a que regresara a México a unirse al negocio, donde en ese entonces ya tenía 18 restaurantes El Pollo Loco.
“Le dije que no, pero que podría ser buena idea poner uno en Los Ángeles para competir con KFC y McDonald’s”, expresó. “Mi idea era hacer una cosa de primera. Pancho me dijo: ‘Tu vete y hazlo allá’”.
Humberto Gálvez.
Pero Gálvez no tenía el dinero para invertir en el proyecto, salvo la experiencia que adquirió en trabajar en casi todas las áreas de reconocidas tiendas de comida tipo gourmet.
“Yo me vine luego, luego a averiguar cuánto costaba poner un restaurante con todas las de la ley. Se requería un presupuesto de 100 mil dólares, en ese entonces el peso andaba en 12.50 por dólar, y para variar, en 1881 fue la devaluación de la moneda mexicana.
“Cuando le dije a mi amigo lo del presupuesto me dijo; ‘¡Estás loco! Con ese dinero abrimos 10 negocios en aquí (México). Finalmente se encontró a un inversionista de San Luis, Potosí, el señor Martínez. A él le pareció buena la idea”, dijo.
Ya con el presupuesto asegurado, el empresario abrió el primer El Pollo Loco en la calle Alvarado y la calle Sexta, en Los Ángeles.
“Abrimos un 6 de diciembre y fue un éxito total porque tuvimos una fila de clientela de cuadra y media gracias a la publicidad que hicimos en La Opinión y el canal 34 con el slogan: ‘El Pollo Loco se brinca el gallinero a Los Ángeles’.
“La promoción era de: ‘Compra un pollo y te regalamos otro’”, recordó. “Al final de cuentas, el pollo se acabó como a la 1:00 de la tarde. Le tuve que llamar al vendedor de Foster Farm a pedirle más pollos, y sorprendido me dijo: ’No puedo creer que a esta hora ya se te terminaron 750 pollos. ¡Eso fue una locura! ¡Fue un éxito instantáneo!”.
Galvez dijo que finalmente el costo del primer establecimiento de El Pollo Loco tuvo una inversión de 142 mil dólares, pero que logró abrir gracias a que hizo acuerdos con el plomero, el electricista, y los medios de comunicación con quienes hizo la publicidad.
“Gracias a Dios fue un éxito y les pude pagar a todos”, exclamó.
Dijo que 10 meses después surgió el segundo El Pollo Loco en Santa Ana.
“Y fue entonces que la gente empezó a solicitar franquicias que yo ya tenía en mente. Yo empecé a adoptar lo aprendido en las tiendas de prestigio y sofisticadas de venta de comida gourmet. Uniformé al personal, a organizar”, dijo. “En ese entonces el público no creía que los restaurantes fueran de mexicanos”.
Al poco tiempo, los directivos de Denny’s se acercaron porque querían comprar la compañía que no estaba a la venta.
“Nosotros ya teníamos un equipo. Un director de operaciones, un director de franquicias, un contralor. Rechazamos la oferta de ellos y les ofrecimos franquicias o territorios, pero ellos también rechazaron la contraoferta”.
Dijo que la compañía creció bajo su tutela en dos años y medio hasta llegar a tener 17 franquicias en el Sur de California.
LA DISPUTA ENTRE SOCIOS
Los entonces socios y amigos mexicanos perdieron el control de El Pollo Loco debido a que se hubo fricciones en el “gallinero gringo” debido a diferencias en los negocios.
“Empezó lo clásico”, dijo Gálvez entre risas. “El peso se vino abajo en México. El fundador y creador de la marca, gran amigo mío, empezó a tener problemas económicos y le mandábamos dinero de aquí, pero el señor Martínez (inversionista) no estaba de acuerdo y me presionaba a mí”, comentó.
El problema entre los dos amigos, casi hermanos “reventó” cuando Gálvez le sugirió a Pancho regresar a Guasave porque salía muy caro mantener a toda su familia en Estados Unidos.,
“Le dije: ‘Los gastos son fuertes, y Martínez dice que estás costando mucho’”, ventiló. “Eso a Pancho lo mató, lo acabó. No la agarró por la parte de negocios. Yo tuve que hacerlo con mucho dolor. Y se fue, se regresó. Empezó hacer la cosa más pesada”.
En otra reunión con los socios y sus abogados le avisaron a Galvez que tres de los cuatro socios estaban decididos a vender la compañía.
“Como era la mayoría, ¿qué hacía yo?”, comentó. “Yo lo hice todo aquí en Estados Unidos. Legalmente armé la corporación, pero en eso habíamos quedado, y aguanté. Pero cuando hicimos el trato quedamos que todo era parejo.
A mí me dolió mucho. Y me levanté enojado. Le dije a mi esposa, vámonos, no hay nada que hacer”.
Galvez contó que en ese entonces sus también amigos iban a respetar un acuerdo en que recibiría una cantidad de 2.7 millones de dólares por la sociedad y el trabajo realizado.
“Pero no pasó eso. Hicieron una jugada. Finalmente Denny’s compró por 11.7 Millones de dólares en julio de 1983. En Estados Unidos ya había 19 El Pollo Loco, 16 franquicias y de nosotros La Alvarado, Montebello y Santa Ana.Entonces ellos (sus socios) hicieron una jugada, y cuando me quise defender, ya era muy tarde. Yo todavía pensaba que iban a respetar el trato que hicimos. A mí me tenían que haber dado por derecho y justicia 2.7 millones de dólares, pero salí con 500 mil dólares.
“Yo no tenía dinero para pelear. Ellos sabían que podían perder, pero también sabían que yo no tenía ‘el parque’ para pelear. Al final acepté el dinero que me ofrecieron”, dijo.
SURGE ‘PESCADO MOJADO’
Galvez no se conformó con frotarse las manos con medio millón de dólares, así que de nueva cuenta se puso creativo y le “entró” a los retos.
Invirtió en el mismo giro de la industria restaurantera y abrió “Pescado Mojado”.
“Pensé en un concepto completamente diferente al pollo para probar que yo sí se trabajar”, dijo. “Y así surgió “Pescado Mojado” en 1984, al año de que terminó para nosotros lo de El Pollo Loco”.
Bajo ese nombre, Galvez vendió concesiones y llegó a tener 12 establecimientos para la familia, pero un cáncer en el riñón hace casi 12 años lo obligó a bajar el ritmo.
“Algunos establecimientos salieron adelante, otros no debido a que los dueños no seguían la fórmula y otros problemas. Yo me sentía cansado y me habían detectado el cáncer, así que me dije que más valía que le bajara al ritmo. Hay que aceptar a veces que no puedes estar en contra de la capacidad física, entonces decidí parar. Gracias a Dios soy sobreviviente”.
El restaurantero se retiró y pasó la batuta a sus tres hijos.
Pero a pesar de ya no operar, sigue supervisando el restaurante de la S. Rampart Blvd. y la sexta, en Los Ángeles.
“Nos quedamos en el de la Rampart y la Sexta, y la economía mejoró gracias a Dios y nos va muy bien. Estoy muy contento, tranquilo”, expresó.
LA AMISTAD SE IMPONE
Pese a la mala experiencia que vivieron por la mala manera en la que terminaron en los negocios, los amigos Francisco Ochoa y Humberto Galvez siguen siendo los mismos grandes amigos de la infancia.
“Mis amigos allá muy bien. Siguen siendo mis amigos. Después de más de 20 años nos vimos”, dijo Galvez.
Incluso, agregó, su hermano mayor trabaja en un restaurante de Ochoa en San Antonio, Texas.
“Tengo una hija en San Antonio y mi esposa y yo vamos a varios eventos de los nietos y he estado en el restaurante de Pancho. Nos hemos visto, comido con él, con mi comadre, mi esposa y toda la familia. Ya lo otro es historia.
“No llevo resentimientos. No vivo del pasado, esa es mi filosofía. No cargo piedras. No vale la pena. Hay que vivir la vida”, comentó. “Pancho y yo, y nuestros hermanos y familia nos vemos en Guasave a donde voy todos los años para celebrar con los amigos de la infancia y juventud”.