Oax.- Hace un año, el 5 de septiembre, el pintor Juchiteco Francisco Toledo se adelantó en el camino hacia el descanso obligatorio, y con ello dejó una gran incertidumbre en el ámbito cultural de Oaxaca, porque hablar de Toledo es hablar de una filantropía que hasta el momento nadie ha logrado igualar y parece que en mucho tiempo no habrá alguien que siquiera se acerque a su legado, sin contar que, habiendo mucha carencia, nadie se atreva a luchar por la cultura Oaxaqueña.
Podemos hablar de muchas de sus obras que dejó como herencia para los oaxaqueños, iniciando –en orden de recuerdo, no cronológico- con la creación del Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, (MACO), el Cine Club El Pochote, El Centro Fotográfico Álvarez Bravo (CFMAB) y además del Centro de las Artes de San Agustín (CaSa), así como otros centros de cultura y el IAGO.
Podemos pasarnos horas o días completos hablando de sus sueños, proyectos y deseos, sería como abrir una enorme biblioteca, como la del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), o alguna otra que pueda contener todo lo que todavía dejo de realizar pero que era parte de sus sueños.
Hace una año cuando nos enteramos de la fatal noticia estábamos seguros que durante mucho tiempo seguiría el recuerdo del inquieto niño aprisionado en un cuerpo humano que con gestos infantiles presentaba sus ideas siempre con la alegría, igual que un niño de preescolar presenta a sus amigos el dibujo familiar donde aparece junto a su familia o a su mascota preferida y aunque no se parezca en nada a la realidad, la muestra orgulloso.
Recuerdo cuando desde le periódico la Jornada me pedían que le tomara una fotografía, con motivo de su oposición a la construcción del Wal Mart en Teotihuacán, o de la tamaliza como protesta en contra de la instalación de un Burguer King en el zócalo de Oaxaca y me presentaba ante él para pedirle que me permitiera tomarle fotos, invariablemente me decía; “y para que quiere más fotos mías, ya tiene bastantes, agarre una de las que tiene y dígales que me tomó la foto ayer…” y soltaba la carcajada y entre gestos infantiles y caras de monstruos comenzaba a huir de mi cámara, pero esa era la forma de permitir que lo retratara porque después de eso adoptaba una postura seria y formal y me decía: “¿ya las tomo? Porque yo no voy a posar como los políticos”.
Pareciera que lo que él logró dejar como punto de referencia cultural mundial, seguirá ahí por mucho tiempo sin que nadie logre igualarlo o inclusive mejorarlo y aunque siempre hay sorpresas, todavóa no se nota alguien con el valor y la calidad moral para lograrlo, porque hacer crecer la cultura en Oaxaca no es hacer aspavientos o circo maroma y teatro para darse a conocer.
Y pudiéramos hablar mucho sobre el maestro Toledo, pero qué mejor que recordarlo mediante imágenes que perviven en la memoria fotográfica y la memoria colectiva de los amantes de la cultura de Oaxaca, cultura que por cierto sigue en el abandono, decayendo en calidad cada día y que a ningún nivel de gobierno le interesa, pero que Oaxaca tiene el mayor potencial a nivel internacional.
Lamentablemente la cultura se sigue utilizando para trampolín político y para pagos de favores políticos o regalos de amigos aliados y cómplices , y esto confirma porque el desparecido maestro Francisco Toledo rehuía a los políticos y evito que sus funerales fueran botín político en donde algunos se pudieran colgar al cuello la mejor ceremonia luctuosa, y donde los asistentes, mayormente políticos, pudieran poner su mejor cara triste por la muerte del pintor.
Aquí unas imágenes en recuerdo de Toledo a un año de su fallecimiento, porque cuando a alguien deja de recordársele es cuando realmente empieza a morir.
El inmortal Maestro Toledo, un ícono de la cultura y la filantropía en Oaxaca.